SEMANA SANTA EN PEDRAJAS
DE SAN ESTEBAN: JUEVES SANTO
Ayer, como hoy, la Semana Santa se iniciaba con la
tradicional procesión de los Ramos – como bien señalaba nuestro historiados
local Carlos Arranz Santos en el nº 32 de abril de 1983 de la revista ‘Tierra y
Pinar’ - continuando el Miércoles Santo al atardecer de este día, a la pálida
luz de unas velas, el señor cura y el sacristán cantaban en latín las
Tinieblas.
Progresivamente iban apagándose las velas hasta reinar la
oscuridad total. Entonces, los chicos con sus matracas y las chicas con sus
carracas organizaban, de repente, una algarabía de mil demonios, simbolizando,
al parecer, los tormentos del Señor. Otros chicos más grandullones pegaban
patadas y tiraban incluso cantos contra las puertas de la Iglesia.
La tarde del día de hoy, Jueves Santo, se celebraba la
misa, saliendo después la Procesión del Mandato, que discurría por la
carretera, hacia Íscar, calle de las Huertas, caz de la Cañada, el Humilladero,
calle Eras, calle Nueva y Plazuela del Hospital hasta la Iglesia.
Silenciosos desfilaban el Cristo atado a la columna, ‘el
Ceomo’, con su túnica negra y su hueca cruz de madera a hombros; finalmente, la
Cruz con un lienzo blanco colgado de ella. Al lado de estos pasos, uno hombres
-Nicolás Conejo, Cesáreo Arranz, y Primo Merino, entre otros- cantaban con voz
templada viejos cantares como éstos:
"A morir vas, Hijo mío,
por el hombre que criaste;
no se dirá por el hombre,
quien mal hace, mal pague,
que Vos pagáis con el precio
de vuestra sangre.”
La costumbre de llevar’ el Ceomo’ en Pedrajas de San
Esteban, se remonta a tiempos lejanos, pues ya en 1705 consta que un devoto
donó cuatro fanegas de trigo de limosna por llevarlo el Jueves Santo en la
procesión. Recordemos que en los últimos tiempos solía cargar con la cruz el
señor Quintín Merino. Antes lo hizo el señor Florentino Caviedes. Después del
señor Quintín, lo llevó su hijo Luis y su yerno Marcelo.
Al acabar la procesión tenía lugar el Sermón de la
Pasión. Naturalmente, no podíamos pasar por alto el tradicional monumento, que
antiguamente se instalaba en el Altar Mayor, adornándolo con flores, lienzos,
etc.
La custodia era trasladada del sagrario al monumento,
donde era velado y visitado, día y noche, en aquellos días. Hasta no hace
muchos años, los miembros de la cofradía del Santísimo pasaban la noche
velando, por turnos de a dos personas.
Como casos a comentar, referir que los vecinos ponían
velas junto al Monumento, llevándose a casa los trozos sobrantes, que luego
eran empleados para pedir protección en caso de tormentas. No podemos dejar de
decir que el señor Alcalde y el señor Juez dejaban sus bastones de mando ante
el Monumento, ya que, al haber muerto Dios y no
haber resucitado aún, no había justicia en el mundo.